Hace tiempo que no publico un blog sobre poesía, a pesar de
que durante algún tiempo inauguré aquí en La Comuna una mini-sección llamada Los Lunes, Poesía. Hoy, sábado 22 de
febrero, se cumplen 75 años de la muerte en el exilio de uno de los nombres más
brillantes de la historia de la cultura española: Antonio Machado, figura
universal de la literatura y a quien hoy reivindico como poeta, como humanista
y también como un REPUBLICANO ejemplar que tenemos como referencia siempre
quienes seguimos luchando por ver algún día la monarquía –sobre todo, esta
monarquía de corruptos y ladrones- desterrada para siempre de nuestro pueblo.
Mi primer
contacto con Machado debo reconocer que no fue placentero. Machado, supongo que
muy a pesar del criterio de la dirección ultraconservadora y neofranquista del
colegio en el que cursé el bachillerato, formaba parte de los planes de estudio
de las asignaturas de lengua y literatura. En aquellos años de
pre-adolescencia, todo lo que venía como imposición de aquel asqueroso colegio
católico lo rechazaba con agresividad. Solo años más tarde, liberado de aquel
ambiente de opresión y de represión, y como me ocurrió con muchos otros grandes
nombres de la literatura, leí de nuevo con otra óptica y descubrí el inmenso
tesoro de sabiduría, sensibilidad y riqueza cultural que se encuentra en la
obra de Antonio Machado.
Una poesía que
nace del modernismo, pero que va incorporando a lo largo de su trayectoria
nuevos lenguajes, nuevas formas de expresión poética, que es capaz de reflejar
con una nitidez asombrosa paisajes, colores, sensaciones… su lectura, tanto en
libros como Campos de Castilla como
en Soledades, Galerías y Otros Poemas siempre
me ha removido el espíritu, me ha evocado sensaciones, me ha hecho mirarme a mi
mismo desde fuera… ha provocado en mi lo que que debe provocar la poesía en
quien puede apreciarla y sentirla: removerse, re-sentirse, refrescar el
espíritu, alimentar el pensamiento, estimular la reflexión.
La poesía de
Antonio Machado, tanto la más decididamente popular, comprometida con los
valores e ideales de la República y elaborada al servicio de ésta, como la más
intimista e introspectiva, ha inspirado no solo, estoy seguro , miles de
vocaciones poéticas, sino obras musicales tan vibrantes y emotivas como el
maravilloso disco de Joan Manuel Serrat dedicado a su memoria, y en el que el
cantautor catalán pone música de manera genial a sus más conocidos poemas.
En mi caso
particular, es para mi inolvidable la experiencia que viví en 1989, como
militante del PCE (m-l) de la celebración que nuestro Partido hizo del 50
aniversario de su muerte, los actos que el Partido promovió de recuerdo y
homenaje a su memoria, los artículos que escribí para Joven Guardia y para Vanguardia
Obrera, e incluso nuestra participación en el acto-homenaje que se le
rindió en la sede del Círculo de Lectores de Madrid, donde tuve además la
oportunidad de conocer en persona y de poder mantener un rato de interesantísima
y estimulante charla con otros dos magníficos poetas como Rafael Alberti y
Benjamín Prado, éste último colaborador en aquellos años de la revista de la
juventud del Partido, Joven Guardia.
Antonio
Machado, poeta, traductor, dramaturgo, intelectual, fue también, y en
coherencia con todo lo anterior, un decidido y leal republicano, que apoyó al
Frente Popular y que desde el mundo de las letras, siempre reafirmo y se
reafirmó en los valores de defensa de la libertad, de la igualdad, de la cultura
y del progreso social que la II República trató de implantar en España.
Con permiso de Javier
García Hernández, profesor de Historia en el IES Benlliure de Valencia, reproduzco
como testimonio de este compromiso de lucha por la democracia y la república de
Antonio Machado este texto publicado en el portal Atrio, escrito por el genial
poeta en abril de 1937, analizando la situación política que vivió la república
e incidiendo en la necesidad de luchar, resistir, combatir a la sublevación
franquista.
“Vinieron después los
días de laboriosa y pertinaz traición, dentro de casa. Aquellos hombres
nobilísimos, republicanos y socialistas, habían interrumpido ingenuamente toda
una tradición de picarismo, y la inercia social tendía a restaurarla. Fueron
más de dos años tan pobres de heroísmo, en la vida burguesa, como ricos en
anécdotas sombrías. Un político nefasto, un verdadero monstruo de vileza, mixto
de Judas Iscariote y caballo de Troya, tomó a su cargo el vender-literalmente y
a poco precio- a la República, al dar acogida en su vientre insondable a los
peores enemigos del pueblo. A esto llamaban los hombres de aquellos días:
ensanchar la base de la República. Destaquemos un nombre entre los viles que
los represente a todos: Alejandro Lerroux.
Pero la traición
fracasó dentro de casa, porque el pueblo despierto y vigilante, la había
advertido. Y surgió la República actual, la más gloriosa de las tres -digámoslo
hoy valientemente, porque dentro de veinte años lo dirán a coro los niños de
las escuelas-; surgió la tercera República Española con el triunfo en las urnas
del Frente Popular. Volvían los mismos hombres de 1931, obedientes al pueblo,
cuya voluntad legítimamente representaban; y otra vez traían un mandato del
pueblo, que no era precisamente la revolución social, pero sí el deber
ineludible de no retroceder ante ningún esfuerzo, ante ningún sacrificio, si la
reacción vencida intentaba nuevas y desesperadas traiciones. Y surgió la
rebelión de los militares, la traición madura y definitiva que se había gestado
durante años enteros. Fue uno de los hechos más cobardes que registra nuestra
historia. Los militares rebeldes volvieron contra el pueblo todas las armas que
el pueblo había puesto en sus manos para defender a la nación, como no tenían
brazos voluntarios para empuñarlas, los compraron al hambre africana, pagaron
con oro, que tampoco era suyo, todo un ejército de mercenarios, y como esto no
era todavía bastante para triunfar ante un pueblo casi inerme, pero heroico y
abnegado, abrieron nuestros puertos y nuestras fronteras a los anhelos
imperialistas de dos grandes potencias europeas. ¿A qué seguir?… Vendieron a
España. Pero la fortaleza de la tercera República sigue en pie. Hoy la defiende
el pueblo contra los traidores de dentro y los invasores de fuera, porque la
República, que empezó siendo una noble experiencia española, es hoy España
misma.”
Y para acabar, dos de los poemas que siempre me han
conmovido más de su obra: los versos que dedicó al asesinato de Federico Garcia
Lorca y el legendario poema hecho en homenaje al heroico combatiente comunista
Enrique Lister, figura insigne del V Regimiento del Ejército Popular de la
República Española y emblema de la lucha revolucionaria y antifascista de
nuestro pueblo.
1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
?sangre en la frente y plomo en las entrañas?
... Que fue en Granada el crimen
sabed ?¡pobre Granada!?, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
?Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque? yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
3.
Se le vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
A LÍSTER, JEFE EN LOS
EJÉRCITOS DEL EBRO
Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.
Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.
Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,
de monte a mar, esta palabra mía:
"Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría".
1 comentario:
Hi, I had a great time reading your page, thanks for sharing. Would you please consider adding a link to my website on your page. Please email me back.
Thanks!
Madison
maddie0147 at gmail.com
Publicar un comentario