Hoy quiero hablarte. A ti, que puedes ser un ser querido, u
odiado, una ensoñación o un personaje de novela inventado, leído, imaginado o
una excusa para empezar un diálogo con mi cerebro.
Hablando con mi cerebro… ahora que recuerdo, era una gran
canción de Reincidentes, aunque sin que sirva de precedente, no es esta una
entrada relacionada con la música, es solo un recuerdo que me ha venido al hilo
de lo que me pasa por la cabeza un sábado de madrugada, en silencio y pensando
en otras cosas.
Estoy seguro que muchos de vosotros habeis compartido esta
misma sensación. La de que querer decir decir, explicar, expresar, cosas que
quizá en en el momento preciso no nos parecieron apropiadas, ni adecuadas, ni
siquiera a lo mejor necesarias, cuando quizá quien estaba delante de nosotros
estaba necesitando escucharlas… mucho más que nosotros decirlas.
Vale, ya sé que
ahora, ni vale de mucho decirlas, porque nadie nos escucha, ni porque aunque
quien estuviera junto a nosotros en aquel momento, ya no necesitaría
escucharlas. Pero…
… pienso que nunca es tarde para que al menos, frente a uno
mismo, diga lo que se quedó por decir, aunque solo sea por desahogarse.
Desahogarse…
¿os fijáis de lo absurdo que es que tengamos que recurrir a un simil
relacionado con la asfixia tan solo para dejar salir fuera solo pensamientos, sensaciones, recuerdos, ensoñaciones,
incluso delirios..?
Una noche como
esta, en la que como muchos de vosotros y vosotras, quizá la marchita del fin
de semana, el cachondeo, nos sirve de válvula de escape, a mi esa válvula me
sirve para que ahora mismo, en la oscuridad –buscada y agradecida de esta
habitación, tan solo iluminada ahora por una bombilla de 25 watios- pueda dejar
escapar costras ahora convertidas en duendecillos ridículos de los que no dejo
de reirme, más aún cuando mi perro, Coko, no deja de ladrarles mientras los va persiguiendo mientras se difuminan
en la noche neblinosa de este Madrid de noviembre de 2012.
Costras que
tuvieron forma de silencios no rotos. Costras en formas de miedos y complejos
absurdos que todos dejamos que nos atenacen en forma de convencionalismos,
orgullos estupidos mal entendidos, y silencios que nos autoimponemos. (¿A que
alguno de vosotros esto os suena, y hasta os parece cercano?)
Pues bien, en
este fin de semana lluvioso y grisáceo, al menos en Madrid, reclamo para mi,
tras un mínimo tiempo de descanso y reflexión, y también para vosotros, la
decisión de no volver a sentir esta maldita sensación de silencio cobarde, de
decirse a si mismo “¿y si hubiera dicho lo que pensaba?” de descargar de la
memoria –de nuestra memoria, si, la nuestra- archivos basura que puede que sean
muy pequeños, como ocurre con los ordenadores, pero que entorpecen, dificultan
y ralentizan el funcionamiento del ordenador que es nuestro cerebro, y por
ende, nuestros sentimientos. Y con ello, limpiarnos, despejarnos, y atrevernos,
por fin , a ser sinceros.
Con nosotros
mismos y con todos los que nos importan. Decía el Che Guevara que nadie que
nunca haya estado enamorado puede ser un revolucionario de corazón.
Hay que romper
los tabúes de lo políticamente correcto, y de lo sentimentalmente correcto
(ahora que lo pienso… ¿existe lo sentimentalmente correcto? Pues va a ser que no…)
Yo he empezado a hacerlo esta misma noche, y no os lo niego,
con la inestimable ayuda, estímulo y empujón anímico de los Stones (¿de quien
sinó?)
Nadie merece un
silencio que a nosotros mismos nos duele. Nosotros no nos merecemos callarnos
lo que pensamos, y menos todavía, lo que sentimos. Ni gritar lo que nos duele,
ni cantar lo que nos da vida.
Si empezamos a
decir lo que pensamos y lo que sentimos, primero a nosotros mismos, después a
quienes nos importan, y después a todo el mundo, sin miedo y sin complejos, no
habrá muro que no podamos derribar, ni interior ni exterior.
No seamos como
Pink. Arrojad el televisor por la ventana, si, pero después, escuchad música.
No nos encerremos en nuestro miedo.
El primer hombre libre de la historia fue el primero que se
atrevió a desobedecer –seguramente a desobecederse a si mismo- y salió de la
caverna a conocer el mundo.
No sé si me
entiendes, si me crees o si te importa algo esto que te cuento. Y la verdad,
para mi lo realmente importante ahora es difundirlo y compartirlo.
Cierra los ojos
e imagina otro mundo, y cuando vuelvas a abrirlos… lucha y mata, como yo, por
el mundo que soñaste.
Es posible… se
puede hacer. Si lo puedes soñar, lo puedes hacer .
Yo lo voy a hacer, sabiendo que pagaré un alto precio.
¿te veré allí?
3 comentarios:
Sí, exorcizar los miedos y mirar de frente nuestras cosas. A los demás no siempre les gusta, poca gente, y que además nos quiere de verdad, quiere que exterioricemos nuestro interior. Hay también otros, que se deleitan con el morbo de que les cuenten cosas "ajenas". Me gusta mucho la figura de lo "correcto" en amor, en deseo, en afinidad. Los valientes siempre podemos sufrir, no es fácil que nos entiendan.
estamos en ello, no callar. desde siempre. un abrazo mariano!
Mariano, con tu permiso lo he twitteado, muy buen post!
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