martes, 22 de enero de 2013

LOS LUNES, POESIA: LUIS GARCIA MONTERO


Aquí me tenéis. Recién llegado de Barcelona, una ciudad que a medida que pasa el tiempo, conozco más y mejor a su gente, revivo experiencias y anhelos en sus calles y entre sus sábanas, y vuelvo a envolverme con el calor humano y la complicidad de esas amistades ya me atrevería a afirmar que etermas, bien sean veteranas o nuevas que habitan en esa fascinante ciudad, ejerce sobre mi un efecto balsámico que una vez más, ya otra vez inmerso en la locura de la capital, me lleva a evadirme a través de la poesía, como casi todos los lunes por la noche, ya en silencio, con luces bajas, mi whisky y sin ruido de tráfico, teléfonos o demás distorsiones.
 Hoy quiero compartir con vosotros los versos de un poeta al que admiro profundamente. Se llama Luis García Montero. Hijo de otra ciudad mágica y seductora, que guarda esencias de civilizaciones milenarias como es Granada, es un poeta a mi juicio de una extraordinaria sensibilidad, que sabe manejar las imágenes, las metáforas, las sensaciones con una versatilidad que no puedo dejar de envidiar sanamente. Poeta de los sentimientos y de la calle, comprometido,  -¿se puede ser poeta, sentir, vivir la esencia del ser humano sin dejar de luchar por su emancipación, por su desarrollo social, por su liberación en una revolución absoluta, de la vida, de la sociedad y de la conciencia...?- es de los que más releo en noches como esta.

Este poema que os invito a disfrutar me parece una de sus piezas más logradas. Quizá para cada uno de nosotros, existe ese yo y ese ella, o él, que existe en nuestra imaginación, nuestro recuerdo, nuestro deseo... pero quizá solo ahí, en ese libro imaginario que Luis abre para nosotros en este singular poema.
Paladeadlo...


Recuerda que tú existes tan sólo en este libro...

Recuerda que tú existes tan sólo en este libro,
agradece tu vida a mis fantasmas,
a la pasión que pongo en cada verso
por recordar el aire que respiras,
la ropa que te pones y me quitas,
los taxis en que viajas cada noche,
sirena y corazón de los taxistas,
las copas que compartes por los bares
con las gentes que viven en sus barras.
Recuerda que yo espero al otro lado
de los tranvías cuando llegas tarde,
que, centinela incómodo, el teléfono
se convierte en un huésped sin noticias,
que hay un rumor vacío de ascensores
querellándose solos, convocando
mientras suben o bajan tu nostalgia.
Recuerda que mi reino son las dudas
de esta ciudad con prisa solamente,
y que la libertad, cisne terrible,
no es el ave nocturna de los sueños,
sí la complicidad, su mantenerse
herida por el sable que nos hace
sabemos personajes literarios,
mentiras de verdad, verdades de mentira.

Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página